En todos los
países hay lugares emblemáticos por la capacidad de lucha de sus gentes. La
historia, en ocasiones, entrega a estos sitios un estatus heroico y por esto y
mucho más se inmortalizan en la memoria colectiva de los pueblos.
La represión
siempre cederá el paso a tiempos mejores. No es una transición tranquila y por
esto el dolor de una o más generaciones, en medio de guerras, escriben la
historia de esperanza cuando la destrucción llega a su ocaso. Pero la tiranía
es un mal congénito que se incuba en las
civilizaciones. Sólo se trata de esperar el cuándo y en qué esquina se inicia
otra vez el ciclo de declive y posterior apogeo de un pueblo.
En esta
oportunidad, Axel Preuss Kuhne, trae el análisis del joven nicaragüense
Alejandro Castillo. Castillo hace una importante reflexión acerca del papel
histórico de Monimbó, en Masaya -Nicaragua-. Desde siglos atrás, este
territorio es sinónimo de lucha y rebelión. Hoy Ortega teme a Monimbó, en 1979
quien tembló fue Somoza y si se continúa jalando el hilo de la
historia, se llegará a los Españoles, quienes vieron en Monimbó un bastión de
resistencia a la conquista y la colonia.
El análisis de
Alejandro Castillo está plasmado en el artículo Masaya, Nicaragua once
again front and center of a revolution, publicado el 2 de agosto
de 2018 en el sitio web centralamerica.com.
Masaya vuelve a ser el símbolo de otra revolución
Una vez más, el
barrio históricamente rebelde de Monimbó en Masaya, Nicaragua, se ha convertido
en el símbolo de otra revolución.
Desde abril de
2018, los habitantes de Masaya han luchado con piedras, morteros, hondas y
bombas molotov contra las fuerzas represivas del presidente Daniel Ortega.
Mientras que
Nicaragua ha tenido dificultades, Masaya, y en particular, Monimbó, lo ha
tenido más difícil, convirtiéndose en el punto focal de la ofensiva estatal
desde mediados de julio del mes pasado.
Perder a Monimbó significa perder Nicaragua
Pero, ¿qué hizo que Ortega estuviera lo suficientemente ansioso
como para enviar a la mayoría de sus fuerzas a Monimbó?. ¿Qué tiene
Monimbó que lo pone tan nervioso?. Eso es fácil de responder.
Perder a Monimbó
significa perder Nicaragua, y Ortega lo sabe muy bien. Su propia revolución
sandinista tuvo un fuerte vínculo con esta ciudad, y su feroz corazón rebelde
se remonta aún más atrás.
Desde el siglo XVI
hasta el siglo XVIII, Monimbó protestó pasivamente contra la brutal ocupación
de los conquistadores españoles. La gente de la ciudad fue beligerante y
crítica de su realidad. Un ejemplo de esto fue el rechazo del trabajo forzoso,
lo cual sembró las semillas para la revolución contra los coloniales españoles.
En 1856, Monimbó
era un bastión activo contra William Walker, el filibustero que quería hacer de
Nicaragua un territorio estadounidense.
En 1979, Monimbó
fue el centro emblemático de la insurrección contra Somoza. Los ciudadanos
construyeron barricadas (tranques) para evitar la entrada de la guardia
nacional, exactamente como lo hicieron en 2018 para protegerse de las fuerzas
paramilitares de Ortega.
La primera vez,
Somoza bombardeó la ciudad y envió a la temida Guardia Nacional golpeando
puertas en busca de manifestantes. Muchos miembros de la oposición murieron.
Irónicamente,
Camilo Ortega, el hermano de Daniel, fue uno de los asesinados por la Guardia
Nacional en la purga de Somoza en Masaya.
El 19 de julio de 2018 Monimbó ya no celebró
Cuando los sandinistas
triunfaron sobre Somoza en julio de 1979, Monimbó celebró. Se convirtió en el
destino de las marchas anuales del 19 de julio para conmemorar la histórica
victoria, conocida como el Día de la Liberación Nacional.
Este año 2018, no
hubo una entrada triunfal en el simbólico Masaya. Daniel Ortega y su esposa
Rosario subieron a un Jeep blindado, pero sólo llegaron hasta la Plaza La Fe en
Managua.
Empleados del
gobierno, militantes nostálgicos, fanáticos y diplomáticos cubanos y
venezolanos asistieron a la Plaza La Fe. Los comentarios en las redes sociales
afirman que ese 19 de julio se sintió más como una fiesta de despedida.
Sólo se puede esperar
A un par de
docenas de kilómetros, Monimbó era estéril. Esa noche, la gente de Masaya
estaba en casa, temerosa de que la policía los matara. Pero nunca perdieron su
valor, y el gobierno lo sabe.
Masaya protestará
nuevamente y el resto de Nicaragua lo seguirá. Será suficiente para dar a
Daniel Ortega y su esposa Rosario un gran ataque de pánico. En particular,
probablemente tenga miedo de que Masaya se libere del gobierno sandinista y
forme un cuerpo autónomo temporal, como la Junta de Gobierno de Reconstrucción
Nacional en 1979.
Dirigido por
Francisca Ramírez, líder de la coalición campesina e hija dilecta de Masaya, la
ciudad es más que capaz de hacerlo. Esto significaría una forma transitoria de
gobierno que podría amenazar al régimen de Ortega-Murillo, e incluso podría
obtener el apoyo de naciones extranjeras.
Si bien esto puede
parecer incierto, sucedió antes y podría volver a suceder. El periodista Jorge
Ramos tuiteó el mes pasado que "Nicaragua es un país que invariablemente
saca a sus dictadores del poder. Nunca falla en eso..."
En Nicaragua
muchas personas están cansadas y creen que el FSLN caerá, y que los líderes en
Monimbó serán quienes rompan el techo de cristal.