El desplazamiento
interno en El Salvador por causa de la violencia es un factor clave que explica
la salida de salvadoreños de su país. Algunas importantes Organizaciones No
Gubernamentales consideran imprecisa la afirmación del estado salvadoreño de
que la principal razón para huir del país sea la pobreza, o sea, motivos
económicos.
Si bien el
fenómeno de pobreza y violencia social -entre otras formas de violencia- están
fuertemente vinculados, es cierto que no siempre la falta de recursos
económicos es el factor determinante para querer salir del país. Es la
violencia, el peligro de muerte por manos asesinas, lo que impulsa a miles de
salvadoreños a emigrar hacia su destino ‘más prometedor’: Estados Unidos.
En esta
oportunidad, Axel Preuss-Kuhne trae como reflexión de esta dramática situación
la historia contada por Heather Gies, titulada El Salvador's hidden tragedy: 'I can't take the agony any
more', y publicada en el sitio web aljazeera.com el 11 de julio de
2018.
Este importante
relato se divide en dos capítulos. A continuación se comparte la primera parte.
El desplazamiento interno en El Salvador. Una historia no contada
Ana Martínez,
nombre ficticio para proteger la identidad de la mujer, a veces llora de
felicidad y tormento al mismo tiempo, aliviada de estar viva, pero agotada por
vivir con miedo.
La madre
salvadoreña de dos hijos logró escapar de los tentáculos de una pandilla para
matarla hace dos años, obligándola a mudarse cinco veces desde entonces para
salvar su vida y la de sus dos hijos adolescentes.
"Quiero irme
del país", dice Martínez, de 45 años. "No puedo soportar más esta
agonía".
En marzo de 2016,
miembros de pandillas secuestraron, golpearon y amenazaron con matar al hijo de
Martínez, de 16 años, mientras caminaba a plena luz del día entre su escuela y
la casa de su familia en territorio controlado por la Mara Salvatrucha o MS-13,
en San Ramón, Cuscutlán, ubicado a unos 40 kilómetros al este de la ciudad
capital.
Sus secuestradores
dejaron en claro que su madre era el verdadero objetivo.
Martínez sospecha
que fue señalada por su activismo, especialmente su trabajo de apoyo a una
víctima de violencia doméstica para denunciar a su abusador, un miembro de
MS-13.
Su hijo logró
salir con vida, y la familia huyó de inmediato de su hogar, dejando todo atrás.
Martínez es uno de
los 220.000 salvadoreños desarraigados en 2016 y 296.000 en 2017 por la
violencia generalizada vinculada a una guerra de pandillas de más de dos
décadas de antigüedad y 15 años de medidas drásticas contra el crimen violento
por parte del gobierno.
Antes de que las personas que huyen de la violencia
recurran al peligroso viaje al norte, a Estados Unidos, muchos se
ven obligados a trasladarse dentro del mismo país, en una crisis interna de
desplazamiento que las Naciones Unidas han calificado de "tragedia
oculta".
A menudo atrapados
en un ciclo de abandono reiterado de sus hogares debido a la inseguridad,
muchas personas desplazadas tienen una opción menos en el horizonte después de
que el Fiscal General Jeff Sessions ordenó a los jueces de inmigración negar la
mayoría de las solicitudes de asilo de víctimas de pandillas o violencia
doméstica.
Arnau Baulenas,
coordinador legal del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad
Centroamericana (IDHUCA), dice que los cambios de asilo en los Estados Unidos
afectarán a algunos de los más vulnerables de El Salvador.
"Cuando no
permites que personas que han sufrido violencia de pandillas o violencia
doméstica soliciten asilo en los Estados Unidos, de hecho estás cerrando la
posibilidad de que la gente salga del país". El fenómeno no es la
migración sino el desplazamiento forzado".
Alternativa a corto plazo
Una encuesta
realizada en 2017 por la ONG de derechos humanos Cristosal encontró que
el 96 por ciento de las personas desplazadas se reubicaron debido a pandillas,
mientras que el 15 por ciento identificó a la policía y otras fuerzas de seguridad
del estado como victimarios.
Según Baulenas, el
desplazamiento interno suele ser solo una "alternativa a corto plazo"
para quienes huyen de la violencia.
Alrededor del 93
por ciento de las personas desplazadas encuestadas por Cristosal creían que abandonar
el país resolvería sus problemas de desplazamiento.
"Frente a la
falta de alternativas internas no solo a nivel nacional sino también regional,
la única opción que las personas buscan es migrar", dijo la representante
de Cristosal, Rina Monti.
Agregó que las
puertas cerradas para buscar asilo en los Estados Unidos probablemente no
impidan a las personas huir, sino que las empujarán a hacerlo sin documentos.
En 2016, la
información más reciente disponible, Estados Unidos otorgó asilo a por lo menos
2.150 salvadoreños. Esta es una fracción del número que se aplica cada año.
Al igual que
muchos, Martínez también ve salir del país como su única salida. Ella, su hijo
y su hija pasaron menos de un mes en un refugio en 2016 antes de mudarse a San
Salvador, donde han rebotado entre los hogares cuatro veces más.
Su residencia
actual es probablemente otra solución a corto plazo. La casa no tiene escritura
de propiedad, por lo que la residencia allí es precaria.
Martínez se gana
la vida vendiendo frutas, verduras y nueces. También ha trabajado con
Organizaciones No Gubernamentales en temas de derechos de la mujer. Lucha por
la supervivencia de su hijo y por su trabajo en las redes de apoyo de
organizaciones de mujeres en las que participó años antes, después de escapar
de su marido abusivo.
Con una camiseta
gris que dice "Mi cuerpo, mis derechos", Martínez se muestra radiante
mientras describe sus empresas comerciales independientes. Pero como la mayoría
de las víctimas del desplazamiento forzado, la pobreza hace que sea más difícil
escapar de la inseguridad.
Este artículo
continúa en la segunda parte.