Friday, October 26, 2018

El desplazamiento interno forzado en El Salvador: Una cruel realidad. Segunda parte


El presente artículo es la continuación de El desplazamiento interno forzado en El Salvador: Una cruel realidad. Primera parte.

Esta historia, contada por Heather Gies en el medio noticioso aljazeera.com  en julio 11 de 2018, con el título El Salvador's hidden tragedy: 'I can't take the agony any more', es un desgarrador relato en las voces de víctimas y ONGs, que ponen sobre la mesa la crueldad del desplazamiento interno de los salvadoreños en su propio terruño.

"Nos sentimos sofocados". "Quiero respirar tranquila"

"Somos vulnerables", dice Martínez. Ella y sus hijos viven cerca de un límite que divide barrios controlados por dos facciones de Barrio 18, una de las pandillas callejeras más grandes de El Salvador.

Intentan tomar precauciones, como trazar rutas de laberinto hacia y desde su casa, pero nunca sienten que puedan moverse libremente.

Navegar por el territorio de las pandillas como una familia desplazada puede ser una espada de doble filo. Con frecuencia, las pandillas encierran a los recién llegados, especialmente a las familias con jóvenes,, lo que hace que el cambio de la familia a un vecindario del territorio de una pandilla rival sea una medida arriesgada.

Es una crisis de desplazamiento. El desplazamiento forzado interno ha estado en aumento en El Salvador en los últimos años.

Hubo más de 296.000 nuevos desplazamientos debido a conflictos y violencia en El Salvador en 2017, según el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno.

Según Cristosal, los niños y jóvenes son particularmente vulnerables.

Los principales factores que aumentan el desplazamiento incluyen las amenazas de pandillas, el asesinato o intento de asesinato de un miembro de la familia y la extorsión. Los defensores también destacan el reclutamiento forzoso de niños de hasta ocho años como vigilantes de pandillas y abusos policiales como causas cada vez más importantes de desplazamiento.

Temiendo represalias, muchas víctimas permanecen en silencio.

"Es complicado porque por la falta de confianza en el estado significa que las personas no informan", dice Monti de Cristosal. "Esto hace que sea mucho más difícil brindar a las víctimas un apoyo humanitario digno".

Las altas tasas de impunidad por el crimen violento plagan al país, mientras que las Naciones Unidas han encontrado a las fuerzas policiales responsables de "ejecuciones extrajudiciales y uso excesivo de la fuerza" en su intento de combatir a las pandillas.

Los críticos también argumentan que la negativa del gobierno a reconocer la crisis de desplazamiento forzado debilita las protecciones estatales y la asistencia a las víctimas.

Aquiles Magaña, secretario general del Consejo Nacional para la Protección y el Desarrollo de los Migrantes y sus Familias o Conmigrantes de El Salvador, piensa que los datos de la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados sobre el desplazamiento interno no están fundamentados.

Según las estadísticas de "movilidad interna" del gobierno, solo el cinco por ciento de las familias salvadoreñas mencionó la violencia como su razón de reubicación entre 2006 y 2016, mientras que más de la mitad de las familias destacaron los motivos económicos.

El gobierno también afirma que los problemas económicos impulsan abrumadoramente la migración. Según las estadísticas oficiales de 2017, el 71,2 por ciento de los adultos deportados dijeron que los factores económicos los motivaron a migrar, mientras que el 14,2 por ciento citó la inseguridad y el 13,3 por ciento citó la reunificación familiar.

Los grupos de derechos humanos cuestionan los datos del gobierno, enfatizando que la migración a menudo proviene de múltiples causas subyacentes que se superponen.

Para Baulenas, las soluciones a la crisis deben enfocarse en la prevención. "Cualquier política reactiva al fenómeno es una política fallida", dice.

No hay futuro aquí

La política de tolerancia cero y las restricciones de asilo de la administración Trump parecen no disuadir -tanto como se espera- a las muchas personas que buscan huir del país.

En el Centro administrado por el gobierno que recibe migrantes retornados en San Salvador, Armando, un deportado de 40 años que dijo que fue a Estados Unidos en 2002 para escapar de la violencia de las pandillas, dice que planea hacer el viaje de regreso al norte.

"No hay futuro aquí", dice el padre de dos niños.



Otro deportado, Diego, de 24 años, recientemente atrapado cruzando a los Estados Unidos, en busca de oportunidades de trabajo, todavía estaba sopesando sus opciones después de llegar a su ciudad natal.

A pesar de la represión fronteriza, que él describe como "racista contra los hispanos", no descartó emigrar nuevamente.

Magaña de Conmigrantes también duda de que la reversión de la inmigración de Trump frene el flujo de migrantes. "Estas son políticas de miedo". "Creen que con miedo podrán disminuir y disuadir los flujos migratorios. En realidad, esto no es cierto".

Sostiene Magraña, que los lineamientos frente al asilo del Fiscal General Jeff Sessions son una "contradicción" al igual que el acalorado discurso retórico de Trump cuando dibuja a El Salvador como uno de los países más letales del mundo.

"Si hay violencia generalizada, ¿por qué no dan asilo?". Magaña pregunta.

La administración de Trump causó conmoción al dar por finalizado el Estatus de Protección Temporal (TPS) para salvadoreños, otorgando a los titulares de TPS hasta el 9 de septiembre de 2019, para que salgan de los Estados Unidos.

En cuanto a Martínez, insiste en que si migrara, no abandonaría el país sin sus hijos.

Aunque es optimista, el estrés pesa sobre ella. Ella dice que a menudo tiene pesadillas sobre cómo escapar de los asesinos que la hacen sudar y sollozar.

"Mi vida es una historia que deseo fuera un sueño", dice ella. "Pero desafortunadamente, es la realidad".